Existen muchas teorías o herramientas en psicología que te pueden ayudar a desarrollar tu Inteligencia Emocional. La mayoría usan de forma directa o indirecta el concepto de autoestima. Empezaremos este blog explicando este concepto.

¿Qué se entiende por autoestima?

«El niño feliz» de Dorothy Corkille Briggs cuyo título original en inglés es: «Your Child’s Self-Esteem», es un libro cuya idea central es que la autoestima es la clave para que una persona tenga una vida plena.

El libro trata de orientar a los padres en la educación de sus hijos, ya que  en opinión de la autora, nuestra cultura tiene la carencia de no prepararnos para llevar a cabo la tarea de ser padres.

Según Dorothy Corkille, la autoestima «no consiste en un engreimiento ruidoso. Es un silencioso respeto por uno mismo, la sensación del propio valor.»  Este respeto se funda en la convicción de ser valioso y la capacidad para gestionar el entorno.

La autoestima es la ACTITUD que cada persona siente hacia uno mismo

Ejemplo: nuestra actitud ante una entrevista de trabajo

El concepto de autoestima está rodeado de cierta confusión. Usaré algunos ejemplos para clarificar el concepto en una situación laboral, una entrevista de trabajo.

Antes de acudir a una entrevista de selección, una persona piensa «No creo que me vayan a elegir para el trabajo».

Claramente, este pensamiento negativo no encaja con una actitud positiva y optimista sobre lo que somos capaces de hacer.

Continuemos con el ejemplo, la persona recibe la noticia de que finalmente no ha sido seleccionada y se siente desanimada. ¿es este desánimo un síntoma de baja autoestima? No necesariamente. Es normal que sientas cierto desánimo cuando tenías ilusión. En este punto la autoestima a veces se confunde con actitudes soberbias o forzadas.

Autoestima: control y equilibrio emocional

La terminología de alta o baja autoestima tiende a confundir este concepto cl «engreimiento ruidoso» que mencionaba la autora del libro mencionado anteriormente. Más bien se podría hacer un paralelismo con un músculo. Así, un músculo sano es aquel que es fuerte y flexible, se adapta a las circunstancias y recupera su elasticidad tras un golpe. De la misma manera, nuestra autoestima actúa como mecanismo equilibrador de nuestras emociones ante los sucesos externos que nos impactan.

Como ejemplo, en el caso de rechazo tras una entrevista, la autoestima nos guiaría en una actitud positiva hacia nuestro nuevo equilibrio emocional por los siguientes pasos:

  1. Aceptación de la noticia con naturalidad. «¡Qué pena!»
  2. Control y superación del sentimiento de desánimo. «Bueno, es jueves, voy a salir a tomar algo con los amigos»
  3. Recuperación del equilibrio emocional. «Mañana viernes les llamo para preguntar los motivos del rechazo o reviso el resto de procesos en los que estoy participando, y veo cuales son los siguientes pasos para avanzar en mi búsqueda»

La autoestima controla las reacciones emocionales y facilita una actitud positiva

La teoría de los espejos psicológicos

En «El niño feliz«, Dorothy Corkille Briggs defiende que «Los niños nacen sin sentido del yo» y por tanto, «Los padres son espejos psicológicos que su hijo emplea para construir su propia identidad».

La influencia de los padres tiene su origen en que los niños se descubren a si mismos a través de ellos.

En consecuencia, las expectativas y las reacciones que los padres tenemos de nuestros hijos desempeñan un papel fundamental en la formación de su autoestima.

Los niños, con una autoestima en formación, «rara vez ponen en tela de juicio nuestras expectativas; en cambio, dudan de su propia aptitud personal.»

«Los juicios negativos (sobre los niños, no sobre su conducta) nos transforman en espejos negativos para los niños. En cambio, el compartir apropiadas reacciones ante una conducta no disminuye el auto-respeto. Debemos ahorrarles nuestros epítetos acerca de su persona». En consecuencia, y generalizando al ámbito profesional: Debemos separar las críticas a determinadas conductas de la necesidad de mantener siempre el respeto hacia las personas Los juicios personales no ayudan a influir en los demás y pueden dañar nuestra relación.

A medida que crecemos y maduramos, vamos formando nuestra personalidad y dejamos de usar a las personas que nos rodean para construir nuestra identidad.

La adolescencia es la transición entre la infancia y la edad adulta en la que se completa el desarrollo del organismo y los grandes rasgos de nuestra personalidad. La adolescencia supone un impulso en la búsqueda de nuestra identidad que nos independiza del entorno en que se ha desarrollado nuestra niñez. La rebeldía hacia los padres es un síntoma frecuente en esta etapa de la vida.

Una vez terminada la adolescencia y alcanzado un nivel de madurez adulta, las personas que hayan desarrollado su autoestima no deberían depender del aprecio de los demás para valorar su propia existencia. En este momento, ya dispondrán de los recursos para recuperar el equilibrio emocional tras cualquier evento al que se vean sometidos.

Esto no quiere decir que no podamos ayudar a otras personas o ser ayudados, pero no deberíamos dudar de nuestra valía o del valor de los demás en ningún caso.

Hay otro libro clásico que habla de este tema. Stephen Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva comenta en referencia a la edad adulta: «Si la única visión que tenemos de nosotros mismos proviene del espejo social (del actual paradigma social y de las opiniones, percepciones y paradigmas de las personas que nos rodean), la concepción que tengamos de nosotros será como la imagen reflejada en los espejos deformantes de los parques de atracciones. Por ejemplo: «siempre llegas tarde» «¡no me creo que hayas ganado!»

Estas imágenes están como desmembradas y carecen de proporción. A menudo son más proyecciones que reflejos: proyectan las preocupaciones y las debilidades de carácter de las personas en las que se originan, y no nos proporcionan un reflejo correcto de lo que somos.»

En resumen, nuestra autoestima debería estar formada cuando llegamos a la edad adulta, aunque no todo está inamoviblemente definido cuando superamos la adolescencia. La autoestima se puede fortalecer .

En resumen, el libro de la doctora Corkille Briggs trata uno de los temas clave de la Inteligencia Emocional y es uno de los clásicos de la psicología infantil.




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