La palabra inteligencia proviene del latín intellegere, término compuesto de inter «entre» y legere «leer, escoger», como recoge Wikipedia. Por tanto, la inteligencia permite elegir la mejor opción entre las alternativas existentes.
Hasta hace pocos años, la inteligencia se ha asociado principalmente con el cociente intelectual (CI). El CI se obtiene dividiendo la edad mental de una persona entre su edad cronológica y multiplicando el resultado por 100, obteniendo así un indicador de la inteligencia general de una persona que ha sido considerado como de gran valor predictivo en términios de rendimiento academico y laboral. Esta metodología se basa en pruebas estandarizadas diseñados para valorar la capacidad numérica, lógica, lingüística, etc. con secuencias de números que debemos rellenar, figuras faltantes que debemos completar y otra serie de ejercicios matemáticos, lógicos o de uso de lenguaje entre otros.
Daniel Goleman critica en su mundialmente famoso libro «Inteligencia Emocional» la importancia atribuida al tradicional concepto de inteligencia en el destino de nuestras vidas.
En opinión de Goleman, buena parte de nuestro éxito se basa «con mucha frecuencia en el conjunto de habilidades que hemos dado en llamar Inteligencia Emocional, habilidades entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo.»
Algunos autores consideran que el cerebro humano es lo suficientemente complejo como para no poder medir la inteligencia con un único factor. Howard Gardner, professor de la Universidad de Harvard, propone la existencia de distintos tipos de inteligencia relativamente interrelacionados. Entre los tipos de inteligencia podemos encontrar la capacidad lingüístico-verbal, lógico-matemática, visual-especial, musical, intrapersonal, interpersonal, naturalista, existencial, creativa, etc. Otros autores han incidido en distintos tipos de inteligencia, como Gardner con su inteligencia intrapersonal e interpersonal.
Es curioso como tenemos la tendencia de identificar la inteligencia con el Cociente Intelectual y nuestra capacidad mental para entender cuestiones complejas y abstractas más que nuestra capacidad para elegir entre distintas alternativas.
Un Cociente Intelectual alto nos permitirá realizar complejas ecuaciones matemáticas antes de tomar una decisión técnica, pero la mayor parte de las decisiones importantes de nuestra vida tienen argumentaciones más bien simples, y en muchos casos, vienen condicionados por cuestiones éticas, morales o emocionales.
Los humanos somos la especie más inteligente de la tierra. No podemos asegurar que no exista otra especie más inteligente en algún otro planeta, tampoco sabemos cuales son los límites de nuestro universo y qué hay más allá. Hay muchas cosas que desconocemos.
¿Cómo somos de inteligente de 1 a 10? Somos suficientemente inteligentes como para transmitir lo que hemos aprendido a las siguientes generaciones. Probablemente ésta característica sea la clave de nuestra evolución, ya que si dejaramos a un grupo de personas aisladas en una isla sin capacidad de comunicarse o acceder a libros u otras herramientas que transmitan la sabiduría de sus antepasados… ¿lograrían descubrir todo lo que la humanidad ha descubierto durante su historia? Parece que no. Somos capaces de organizarnos para transmitir las mejores ideas de cada generación para avanzar en los terreno científico, médico, etc. Aspiramos a curar las enfermedades, a encontrar energías sostenibles que nos permitan vivir y conservar el planeta y sus recursos para las siguientes generaciones, etc.
Los límites de nuestra inteligencia
Sin embargo, hay cuestiones que nuestra inteligencia no llega a abarcar. Si fuésemos una especie más inteligente. ¿podríamos evitar las guerras entre nosotros? ¿podríamos entender el origen del universo? ¿podríamos tener certeza sobre el por qué de nuestra existencia y de qué nos espera tras la muerte?
Si entendiésemos todas estas cosas, se podría hablar de una inteligencia 10. Sin embargo, hay muchas cosas que no logramos entender, ni parece que vayamos a entender nunca. Por tanto, no creo que podamos decir que nuestra inteligencia sea un 10.
Entonces, ¿Cómo respondemos a las preguntas que nuestra inteligencia no abarca? La condición humana tiene unos sentimientos, un sentido común, una humanidad que nos caracteriza y que hace que millones de personas de distintas civilizaciones, culturas, origen y condición estén de acuerdo en cuestiones como el aprecio a la vida, el amor hacia los hijos, las bondades de ayudarnos y no hacer daño a los demás.
Es curioso, porque muchas personas que consideramos inteligentes por su capacidad de razonamiento y de entender conceptos complejos, han provocado guerras y enfrentamientos, poniendo de manifiesto que la inteligencia no significa necesariamente que se tenga la mínima humanidad en principios que nuestro sentido común colectivo acepta ampliamente.
La conclusión es que nuestra capacidad de pensar y razonar no resuelve las grandes preguntas de nuestra vida. Nuestros principios, creencias religiosas, decisiones familiares las tomamos fuera de nuestra mente racional. Los sentimientos, humanidad y convicciones son la base de nuestras decisiones sobre creer en Dios, casarnos y tener un número determinado de hijos, ayudar a nuestros amigos, etc.
En consecuencia, vemos como el comportamiento racional no es quien decide las grandes cuestiones de nuestra vida. Se puede decir que en el ámbito personal, nuestras convicciones y emociones dominan a nuestra inteligencia. Inconscientemente , partimos de la convicción de que nuestra inteligencia es limitada y que no debemos buscar a través de ella respuesta a preguntas que no es capaz de darnos.
El problema llega cuando actuamos de la misma forma en el mercado laboral, intentando abrirnos paso con nuestras emociones como espada de batalla.
El mercado laboral es el lugar común en el que todos nos tenemos que respetarnos y ponernos de acuerdo para trabajar unos con otros, independientemente de nuestras convicciones y emociones, para lograr la producción y distribución de todos los bienes y servicios que necesitamos para vivir.
En este contexto, la Inteligencia Emocional es fundamental para actuar de forma positiva y respetuosa, cooperar con los demás e integrarnos en un mercado en el que las relaciones con otras personas y el trabajo en equipo son la clave del éxito.