El Análisis Transaccional es una teoría psicológica cuyo objetivo principal es facilitar el análisis de la forma en que las personas interactúan entre sí mediante lo que se denominan «transacciones psicológicas» para entender cómo nos relacionamos con los demás y nuestra propia forma de ser.

En el libro «¿Qué dice Usted después de decir Hola?», Eric Berne desarrolla su teoría, y define tres estados básicos o sistemas coherentes de pensamiento y sentimiento manifestados por los correspondientes patrones de conducta. Se trata de un modelo que simplifica la realidad con un lenguaje cercano para hacerlo accesible a todo el mundo.

El modelo parte de que todos tenemos tres estados básicos desde los que cada persona siente y piensa, y en consecuencia actúa según el momento y circunstancias: Padre, Hijo y Adulto.

Podríamos simplificar más aún el modelo de Análisis Transaccional y distinguir dos estados a efectos de aplicación en el mercado laboral.

Estado Adulto en el que construimos una conversación desde la serenidad que da la autoestima, el respeto hacia nuestro interlocutor, la racionalidad con una necesaria empatía para lograr un equilibrio entre los intereses propios y los de los demás.

Estado correspondiente a la etapa infantil (ya sea en el estado del niño o del padre) en el que nos vemos condicionados por nuestras emociones o por nuestros juicios de valor.

Las conversaciones más constructivas se suelen producir cuando ambos interlocutores se sitúan en el estado adulto. Ante la duda, se trata del tipo de transacciones que debemos buscar en en el entorno profesional.

Es fundamental que en nuestra actitud seamos claros y explícitos respecto a nuestra expectativa de que nuestro interlocutor se posicione también en estado adulto.

Además, el Análisis Transaccional expone la existencia de posicionamientos psicológicos a la hora de relacionarse y comunicarse con los demás. Estos posicionamientos parten de la convicción de que existe una posición natural entre la valía personal y la valía de su interlocutor.  Así, según Berne existen 4 tipos de posiciones.

  1. Posición sana, en la que uno tiene aprecio por si mismo y por su interlocutor.
  2. Posición soberbia, en la que uno piensa que está por encima de su interlocutor.
  3. Posición depresiva, en la que uno parte de la convicción de que está en inferioridad con el interlocutor.
  4. Posición fútil, en la que ambos tienen poca valía.

Esta posición se manifiesta durante la comunicación de una manera que no tiene por qué ser explicita, pero que en todos los casos es claramente percibida por nuestro interlocutor.

Como se puede observar, aunque la teoría tiene raíces freudianas (su autor fue un experto en psicoanálisis) el Análisis Transaccional centra la atención en la conducta y las interacciones entre las personas, lejos de bucear en las ideas inconscientes de cada uno como proponía Freud.

Un estado adulto y una posición sana (+ +) es el punto de equilibrio en el que somos más efectivos en el ámbito laboral y alcanzamos mayor influencia sobre los demás. Mantener este equilibrio nos facilita desarrollar nuestra carrera profesional hasta el máximo de nuestro potencial.

Análisis transaccional aplicado

La aplicación del AT en el día a día de nuestro trabajo nos llevaría a una estrategia en los siguientes pasos:

  1. Situar el dialogo en una posición adulta y sana de todos los interlocutores. Si no se parte de esta posición, la primera tarea es recuperarla. Iniciar el debate en otra posición puede que no haga más que crear más distancia entre los interlocutores.
  2. Escuchar, convencer y negociar desde el estado adulto.
  3. Cuando no se avance, hay que revisar el posicionamiento y asegurarse que no nos hemos deslizado desde el posicionamiento adulto racional al terreno de las emociones.

Pensemos en un ejemplo en el que se ha decidido cancelar un proyecto: «¿Cómo que no va adelante el proyecto? ¿Con todo lo que hemos trabajado en él?»
Una posible respuesta emocional continuaría con este estéril diálogo entre quejas, lamentaciones, culpas o acusaciones. Una conversación dominada por los sentimientos de lógica frustración por la cancelación del proyecto tras todo el trabajo y esfuerzo realizado.

En la mayoría de estas situaciones se produce un bloqueo del verdadero diálogo constructivo, y en los peores casos, se empieza a dañar la relación.

Muchas veces este tipo de diálogos no son fáciles de detectar puesto que se esconden bajo conversaciones de aparente racionalidad. Es un arte identificar cuando el diálogo no está avanzando por una actitud negativa originada por unos prejuicios y sentimientos que impiden el diálogo real.

En numerosas ocasiones nos encontramos en conversaciones aparentemente racionales en las que realmente estamos usando argumentos lógicos con el único fin de reafirmar nuestra posición ya anclada por motivos emocionales. En términos de AT, se podría decir que nuestro estado de padre o de niño ha decidido nuestra posición, y luego racionalizamos sobre ella pero sin entrar realmente en el debate.

En este contexto, podríamos aplicar la estrategia comentada.

En conclusión, el AT nos facilita un modelo que simplifica de una manera práctica nuestra relación con los demás para mejorarla y llevarla a un estado racional desde el que se pueda negociar, crear consenso y lograr acuerdos.




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